
Quica materna desde el amor en una escuelita para personas en situación de calle. Un homenaje real en el Día de la Madre.
Cada tercer domingo de octubre, Argentina celebra el Día de la Madre. Una fecha que nació del homenaje a la Divina Maternidad de María, instaurado por el Papa Pío XI en 1931, y que en nuestro país encontró su lugar definitivo en el calendario el tercer domingo de octubre. Más allá del origen religioso, la esencia de esta celebración trasciende las fechas: se trata de honrar ese amor profundo, incondicional y generoso que representa a una madre, en todas sus formas.
Con esa sensibilidad, el programa radial «Honrar la vida», conducido por Miriam Cosenza, eligió homenajear este año a una mujer que representa una forma especial de maternar: Quica, o Suni, como la conocen en su barrio. Ella no tiene un título oficial ni un rol reconocido institucionalmente. Sin embargo, todos los días cuida, escucha, alimenta, acompaña y contiene a personas en situación de calle, desde un espacio lleno de entrega: la escuelita de amor.
Una escuelita donde se enseña a amar
En medio del trajín diario, entre ollas, platos y abrazos, Quica se toma un tiempo para conversar. Su voz es sencilla, su mirada directa, su amor transparente. “Yo no soy nadie”, dice, con humildad, mientras describe su rutina: cocinar, servir, bañar, conversar. “Pero ellos me quieren, y yo los quiero mucho también”.
La escuelita es un comedor comunitario, un refugio cálido donde conviven chicos, jóvenes y adultos —algunos con historias muy duras, atravesadas por el abandono, las adicciones, la calle—. Quica los llama “mis chicos”. Son 27 personas aproximadamente, y cada una encuentra allí algo más que comida: encuentra humanidad.
“Hay que decirles que se puede, que todavía hay esperanza, que no están solos”, cuenta. Y en su voz hay ternura, pero también fuerza. Porque para acompañar a quienes han perdido casi todo, hace falta más que compasión: hace falta un amor incondicional, ese que ella entrega sin medida.
El origen del amor organizado
La escuelita nació de una inspiración, de lo que Quica llama “una llamada de Dios”. Fue el hermano Juan, un hombre de fe de origen coreano, quien la animó a comenzar este camino. Hoy, con la ayuda de voluntarios, ropa donada y pequeñas ferias de artículos caseros —como repasadores y tortas—, el lugar sigue funcionando, a pulmón.
Los lunes se abre el comedor, se organiza el baño para quienes lo necesitan, se reparte ropa y, sobre todo, se escucha. “Lo que más quieren es que alguien los escuche”, dice Quica. “A veces vienen muy lastimados, con dolor en el cuerpo y el alma. Algunos han dicho ‘me voy a matar’, y uno tiene que estar ahí para abrazarlos, para mostrarles que hay otra salida”.
Ser madre, incluso sin parir
Quica es madre y abuela, pero además es algo más: es una mamá del corazón para quienes ya no tienen a nadie. Y eso se nota en su forma de estar, en su paciencia —“hay que tener mucha”, reconoce entre risas—, y en su entrega cotidiana. Cocinó para más de 60 personas durante años. Ahora, aunque hay otra cocinera, ella sigue ahí, firme, sirviendo el té, escuchando a cada uno, dándoles no solo una comida caliente, sino un poco de dignidad.
“No tengo mucho, pero tengo un techito, y tengo un hijo sano. Yo también fui pobre, pero se puede salir adelante”, afirma. Su vida no fue fácil, pero eligió no endurecerse. Eligió amar.
Cómo ayudar
La escuelita de amor funciona en la calle Rucchi 1967, al lado de la maderera Túbero. Quienes deseen colaborar pueden acercarse los lunes por la tarde, donde siempre hace falta una mano amiga: ya sea para servir, donar alimentos, ropa, calzado o simplemente estar. Porque, como dice Quica, “la vida es muy linda cuando uno la comparte con amor”.
Un homenaje que trasciende
Este Día de la Madre, desde el programa “Honrar la vida” se eligió visibilizar una maternidad sin títulos ni lazos de sangre. Una maternidad cotidiana, valiente, silenciosa. Una maternidad que se sirve en platos calientes, se teje en repasadores, se escucha en charlas y se abraza con el alma.
Gracias, Quica, por ser un faro para tantos.
Por demostrar que maternar es, en esencia, un acto de amor profundo y humano.
Feliz día para vos, y para todas las mujeres que, como vos, honran la vida en cada gesto.
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